SINCRONIA UNA SOLA HUMANIDAD



El mundo de los abusos a menores es opaco y habitualmente silenciado ¿Qué te llevó a levantar la voz, dar la cara y escribir Tatuaje?
Me convenció mi terapeuta que ya llevaba unos años tratándome. Me dijo que escribiera porque es una de las mejores terapias que existen. Yo quise escribir un cuento para mí y poco a poco fue transformándose en una novela de más de 200 páginas. Y decidí publicarla porque de alguna manera quise explicarle a mi familia y amigos qué me ocurrió en la infancia ya que nadie lo sabía. El libro gustó, particularmente a las mujeres. Muchas de ellas me confesaron en privado que también habían pasado por abusos en la infancia.
¿Por qué ese título?
El título es el de una canción que cantaba mi madre cuando era una niña, me gustaba mucho escucharla cantar y a la vez pensé en que yo misma llevaba un tatuaje invisible en mi piel como consecuencia de la violación.

"Somos una civilización hipócrita, sonreímos a la gente que está traumatizada y en cuanto gira la espalda nos sale aquello de “pues algo habrá hecho”."
¿Es un libro autobiográfico? ¿Qué cuentas en él, básicamente?
La primera parte es totalmente real y autobiográfica, vivía en un barrio muy pobre de Jaén y allí la vida era más que dura. Los hombres pegaban a las mujeres, las mujeres maltrataban a sus hijos y los niños torturaban animales, es una cadena de la que es difícil salir. En la segunda parte, después de ocurrir la violación (que no relato con pelos y señales porque sé de sobras que a nadie le gusta leer algo así) entro en un mundo que podría explicar como el de una niña autista. Una niña ha sido violada y nadie se ha dado cuenta, por lo que ella misma deja de ver a la gente que la rodea, se hunde en un lugar donde solo existen dos cosas que la hacen feliz, los libros y los animales. Todo lo demás deja de existir.  Y en la tercera parte, es como un viaje al infierno dantesco, para descubrir y recuperar su identidad. Cosa que tampoco se consigue nunca del todo en la vida real. Por eso es una novela.
¿Qué es lo más duro a la hora de escribir una historia así?
Para mí y lo que más me costó fue el desenlace, cuando tengo que enfrentarme a mí misma y buscar respuestas y además encontrarlas. Ese punto me llevó a dos intentos de suicidio en el verano de 2015. En esta parte me reto a mí misma para curar a mi niña interior, que permanece herida y a la que nadie, ni siquiera yo, le hacía caso.
Según las estimaciones más utilizadas oficialmente, uno de cada cinco menores españoles sufre abusos sexuales. ¿Como es posible que una cifra tan aterradora no sitúe este problema entre las principales preocupaciones de los españoles?
Como mujer y en España, puedo decir que nadie nos hace caso si denunciamos una violación. Sólo hay que ver el caso de La Manada. Se necesita mucha educación en las escuelas y en los hogares desde pequeños. Cada día vemos en los diarios y televisiones violadores que no llegan ni a cumplir su condena y como la víctima se convierte en reo. En las escuelas no se tratan estos temas porque hay muchos padres que no quieren que sus hijos sepan que existe. Y es precisamente lo que da alas a los abusadores y violadores. Se esconden en las sombras de los cerebros de mucha gente. Las abusadas somos silenciadas por la sociedad.
Se calcula también que ocho de cada diez casos de abusos se producen en el círculo familiar y entornos de confianza. ¿Es esa una de las causas por las que el problema permanece semioculto?
En mi caso fue un vecino, aprovechando que era una noche de verano y todas las puertas estaban abiertas y los mayores pasaban el calor como podían en las calles sentados en sus sillas de enea y hablando. Entre los recuerdos que siempre he tenido está el de cómo me susurraba al oído que no le explicara a nadie lo que había pasado. Yo tenía seis años, soy la menor de siete hermanos, una familia con muchos problemas y una madre y un padre que se pasaban el día trabajando demasiado para escuchar lo que yo pudiese decir. Los hermanos campaban a sus anchas por las calles y yo, de repente, me volví una niña con mucho miedo y que nunca más pudo dormir tranquila por si volvía a entrar alguien en mi habitación. Y a veces he pensado que, si les hubiese dicho algo, seguro que ellos me hubiesen hecho callar con la excusa de que tenía demasiada imaginación y me lo inventaba. Así funcionaba y funciona el mundo.
¿Qué puede llevar a una familia, especialmente a una madre, a cerrar los ojos y callar ante el abuso infantil?
Como madre yo no lo entiendo, pero creo que es un problema social. Tengo una familiar a la que violaron cuando iba a trabajar y los padres callaron por aquello de “qué iba a decir la gente”. Parece ser que una mujer violada tiene una lacra (o un Tatuaje) y no tiene derecho a rehacer su vida. También hay como una norma social que les empuja a repetir una y otra vez que olvides el pasado, que vivas el presente y no guardes rencor. Las mujeres abusado o violadas nunca podemos olvidar, porque el trauma se queda oculto en un rinconcito del cerebro y cuando menos te lo esperas da un salto y se te pone delante y te desafía. Entonces comienzan las crisis de ansiedad, la depresión, las ideas de suicidio…

"Encerramos a los niños y niñas en una burbuja y no nos damos cuenta que de esa manera les estamos haciendo daño, porque si no saben lo que está pasando en muchos hogares tampoco pueden denunciarlo."
¿Somos una sociedad enferma, o una sociedad hipócrita?
Las dos cosas. Una vez leí en Wikipedia algo que se titulaba “La cultura de la violación” y me puse de los nervios. ¿Cultura y violación? Madre mía, una cosa es incompatible con la otra. Por otro lado, la hipocresía está por todos lados. Somos una civilización hipócrita, sonreímos a la gente que está traumatizada y en cuanto gira la espalda nos sale aquello de “pues algo habrá hecho”. Siempre se criminaliza a la víctima. Y si las escuelas y las familias, como he dicho antes, no empiezan a cambiar esto nunca evolucionaremos hacia los derechos fundamentales de las mujeres frente a sus agresores sexuales.
¿Qué parte de responsabilidad colectiva tenemos como sociedad en la persistencia del abuso?
El de criminalizar a la víctima, sin duda. Yo he escuchado muchas veces en el entorno familiar y social aquello de “pues qué quiere si va así vestida” “si sale de noche ya sabe lo que le puede pasar”. Claro que esto lo dicen mayoritariamente los hombres. Vivimos en una sociedad patriarcal, los hombres que tienen una cierta edad y vivieron la dictadura son los que dictan las leyes. Y nadie dice ni hace nada. Hay que entender, como decía Gandhi, que si una ley es injusta hay que rebelarse. La sociedad entera, todos juntos tenemos que entender que hay que luchar por que las niñas no pierdan su infancia, que es el tesoro más bonito que tienen.
¿Qué medidas inmediatas y básicas habría que adoptar para comenzar a enfrentarnos a esta lacra?
Primero escuchar a las víctimas, darles voz y comprensión. A día de hoy, ninguna editorial quiere publicar un libro donde se hable de abusos sexuales. Y pocas fuentes de información se atreven tampoco. Yo autopubliqué y regalé mi libro al instituto donde estudiaba mi hija y me ofrecía a dar alguna charla y nadie me ha contestado. Encerramos a los niños y niñas en una burbuja y no nos damos cuenta que de esa manera les estamos haciendo daño, porque si no saben lo que está pasando en muchos hogares tampoco pueden denunciarlo. Nos preocupamos si no van bien en los estudios, si tienen amigos o no, si pueden tener anorexia o bulimia o ambas cosas (una patología muy grave también) pero nunca se nos ocurrirá preguntarles si alguien les ha intimidado o les ha propuesto hacer algo que ellos no querían. Nunca les hablamos de sexo como algo que tiene que conllevar un placer mutuo y si uno de ellos no quiere hay que respetarlo. ¿Medidas? Comprensión y mucho diálogo padres y escuela. Como escribió Pitágoras: "educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres".
A los 15 años ya ganaste un premio literario ¿Hasta qué punto escribir ha ido una terapia para ti?
Ha sido el mayor escape de una realidad que no comprendía ni me gustaba. Yo pasaba todos mis ratos libres leyendo y escribiendo, cartas a mis amigas, poemas, relatos de aventuras donde mis amigas y yo éramos las protagonistas, me gustaba soñar con un mundo mejor. Y creo que todo el mundo tiene el don de poder hacerlo, aunque escriba mal, aunque crea que no sabe. No hace falta que una gran editorial se fije en ti, aconsejo escribir para una misma, para releer unos días después y reírte o asombrarte de lo que has creado o para romper el papel y tirarlo a la basura. Cuando escribes se ponen en marcha una serie de mecanismos de tu cerebro que desconoces realmente y, aunque suene anacrónico, la escritura a mano conecta mucho más los dos hemisferios del cerebro y te hace más creativa y te ayuda a sanar muchas patologías.
Hemos leído que preparas una segunda parte de Tatuaje ¿Puedes adelantarnos algo de esa nueva obra?
Yo nací en una ciudad andaluza y cuando tenía ocho años toda la familia emigramos a Badalona, una ciudad de Barcelona. Un barrio hecho de inmigrantes y quiero plantear desde la mirada de una niña cómo se vive algo tan inquietante como la inmigración y cómo afrontar el cambio de ciudad, de lengua y, sobre todo, sobre todo despedir a los tíos, a los abuelos, a los seres más queridos sabiendo que ya sólo los verás de vez en cuando en algún viaje de verano. Y entender por qué en Andalucía nos llamaban los catalanes y en Cataluña éramos los andaluces. Evidentemente el título, que no desvelaré, será el de alguna canción que cantaba mi madre cuando era pequeña.

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